viernes, 9 de septiembre de 2016

socialización primaria

LA SOCIEDAD COMO REALIDAD SUBJETIVA

     INTERNALIZACIÓN  DE LA REALIDAD

  SOCIALIZACIÓN PRIMARIA

Ya que la sociedad existe como realidad tanto objetiva como subjetiva, cualquier comprensión teórica adecuada de ella debe abarcar ambos aspectos. Como ya sostuvimos anterior mente, estos aspectos reciben su justo reconocimiento si la sociedad se entiende en términos de un continuo proceso dialectico compuesto de tres momentos: objetivación e internalización.

Si bien los tres caracterizan simultáneamente a la sociedad o a cada sector de ella, de manera que cualquier análisis se ocupe solo de uno o dos de ellos no llena su finalidad. Lo mismo puede afirmarse del miembro individual de sociedad, que externaliza simultáneamente su propio ser el mundo social y como realidad objetiva. En otras palabras, estar en la sociedad es participar en la dialéctica.

Sin embargo, el individuo no nace miembro de una sociedad: nace con una predisposición hacia la socialiadad, y luego llega a ser miembro de una sociedad. En la vida de todo individuo, por lo tanto, existe verdaderamente una secuencia temporal, en cuyo curso el individuo es inducido a participar en la dialéctica de la sociedad. El punto de partida de este proceso es lo constituye la internalización: la aprehensión o interpretación inmediata de un acontecimiento objetivo en cuanto expresa significado, o sea, en cuanto es una manifestación de los procesos subjetivos de otro que, en consecuencia, se vuelve subjetivamente significativos para mí. Por ejemplo, puede estar riéndose en un ataque de histeria, mientras yo creo que esa risa expresa regocijo. Sin embargo, su subjetividad me resulta objetivamente accesible y llega a serme significativa, haya o no congruencia entre sus procesos subjetivos y los míos.

Sin embargo, la internalización en el sentido general que aquí le damos subyace tanto a la significación como a sus propias formas complejas. Más exactamente, la internalización, en este sentido general, constituye la base, primero, para la comprensión de los propios semejantes y, segundo, para aprehensión del mundo en cuanto realidad significativa y social.

Esta aprehensión no resulta de las creaciones autónomas de significado por individuo aislados, sino que comienza cuando el individuo “asume” el mundo en el que ya viven otros. Por cierto, que el “asumir” es un proceso original para todo organismo humano, y el mundo, una vez “asumido”, puede ser creativamente modificado o (menos probablemente) hasta recreado. Sea como fuere, en la forma compleja de la internalización, yo no solo “comprendo” los procesos subjetivos momentáneos del otro: “comprendo” el mundo en el que vive, y ese mundo se vuelve mío. Ahora no solo comprendemos nuestras mutuas definiciones de las situaciones compartidas: también las definiciones recíprocamente. Se establece entre nosotros un nexo de motivaciones que se extiende hasta el futuro; y, lo que es de suma importancia, existe ahora una continua identificación mutua entre nosotros. No solo vivimos en el mismo mundo, sino que participamos cada uno en el ser del otro.

Solamente cuando el individuo ha llegado a este grado de internalización puede considerárselo miembro de la sociedad. El proceso ontogenético por el cual esto se realiza se denomina socialización, y, por lo tanto, puede definirse como la inducción amplia y coherente de un individuo en el mundo objetivo de la sociedad o en un sector de él. La socialización primaria es la primera por la que el individuo atraviesa en la niñez; por medio de ella se convierte en miembro de la sociedad. la socialización secundaria es cualquier proceso posterior que induce al individuo ya socializado a nuevos sectores del mundo objetivo de su sociedad.


Se advierte que a primera vista que la socialización primaria suele ser la más importante para el individuo, y que la estructura básica de toda socialización secundaria debe semejarse a la de la primaria. Todo individuo nace dentro de una estructura social objetiva en la cual encuentra a los otros significantes que están en cargados de su socialización y que le son impuestos. Los otros significantes, seleccionan aspectos del mundo según la situación que ocupan dentro de la estructura social y también en virtud de sus idiosincrasias individuales, biográficamente arraigadas. El mundo social aparece “filtrado” para el individuo mediante esta doble selección. De esa manera el niño de clase baja no solo absorbe el mundo social en una perspectiva de clase baja, sino que lo absorbe con la coloración idiosincrásica que le han dado sus padres (o cualquier otro individuo encargado de su socialización primaria). El niño de clase baja no solo llegara a habitar en un mundo sumamente distinto del de un niño de clase alta, sino que talvez lo haga de una manera completamente distinta que su mismo vecino de clase baja.

Resulta innecesario agregar que la socialización primaria comporta algo más que un aprendizaje puramente cognoscitivo. Se efectúa en circunstancias de enorme carga emocional. Existe ciertamente buenos motivos para creer que, sin esa adhesión emocional a los otros significantes, el proceso de aprendizaje sería difícil, cuando no imposible. El niño se identifica con los otros significantes en una variedad de formas emocionales; pero sean estas cuales fueren, la internalización se produce solo cuando se produce la identificación. El niño acepta los “roles” y actitudes de los otros significantes, o sea que los internaliza y se apropia de ellos. Y por esta identificación con los otros significantes el niño se vuelve capaz de identificarse el mismo, de adquirir una identidad subjetivamente coherente y plausible.

Esta entraña una dialéctica entre la auto-identificación y la identificación que hacen los otros, entre la identidad objetivamente atribuida y la que es subjetivamente sumida. La dialéctica, que se presenta en todo momento en que el individuo se identifica con sus otros significantes.
Aunque los detalles de esta dialéctica tienen, por supuesto gran importancia para la psicología social, excederíamos nuestras actuales consideraciones si rastreamos sus implicaciones con respecto a la teoría socio-psicológica. Lo que más importa para nuestra argumentación presente es el hecho de que el individuo no solo acepta los “roles” y las actitudes de otros, sino que en el mismo proceso acepta el mundo de ellos. En realidad, la identidad se define objetivamente como ubicación en un mundo de terminado y puede asumírsele subjetivamente solo con ese mundo.

El niño aprende que él es lo que lo llaman. Cada nombre implica una nomenclatura, que a su vez una ubicación social determinada. Recibir una identidad comporta adjudicarnos un lugar específico en el mundo. Así como esta identidad es subjetivamente asumida por el niño (yo soy John Smith), también lo es en el mundo al que apunta esta identidad.

La socialización primaria crea en la conciencia del niño una abstracción progresiva que va de los “roles” y actitudes de otros específicos, a los “roles” y actitudes en general. Por ejemplo, en la internalización de normas existe una progresión que va desde “mama está enojada conmigo ahora” hasta “mama se enoja cada vez que derramo la sopa”. A medida que otros significantes adicionales (padre, abuela, hermana mayor, etc.) apoyan la actitud negativa de la madre con respecto a derramar la sopa, la generalidad de la norma se extiende subjetivamente.

Su formación dentro de la conciencia significa que ahora se identifica no solo con otros concretos, sino con una generalidad de otros, o sea, con una sociedad. Solamente en virtud de esta identificación generalizada logra estabilidad y continuidad su propia auto-identificación. Ahora no solo tiene una identidad vis-a-vis de este o aquel otro significante, sino también una identidad en general, que se aprehende subjetivamente en cuanto sigue siendo la misma, no importa que otros significantes o no se le presenten. Esta identidad con nueva coherencia incorpora dentro de si todos los diversos “roles” y actitudes internalizados, incluyendo, entre muchas otras cosas, la auto-identificación como no derramador de sopa.

La formación, dentro de la conciencia, del otro generalizado señala una fase decisiva en la socialización. Implica la internalización de la sociedad en cuanto tal y de la realidad objetiva en ella establecida, y al mismo tiempo, el establecimiento subjetivo de una identidad coherente y continua.
Esta cristalización se corresponde con la internalización del lenguaje. Por razones evidentes, según nuestro análisis previo del lenguaje, este constituye, por cierto, el contenido más importante y el instrumento más importante de la socialización.

Cuando el otro generalizado se ha cristalizado en la conciencia, se establece una relación simétrica entre la realidad objetiva y la subjetiva. Lo que es real por fuera se corresponde con lo que es real por dentro.  El lenguaje es, por supuesto, el vehículo principal de este proceso continuo de traducción en ambas direcciones. Hay que hacer notar, sin embargo, que las simetrías entre la realidad objetiva y la subjetiva no pueden ser total. Las dos realidades se corresponden mutuamente pero no son extensivas. Siempre hay más realidad objetiva disponible que la que se actualiza realmente en cualquier conciencia individual, sencillamente porque el contenido de la socialización está determinado por la distribución social del conocimiento.

El individuo se aprehende a sí mismo como estando fuera y dentro de la sociedad. Esto implica que la simetría que existe entre la realidad objetiva y la subjetiva nunca constituye un estado de cosas estático y definitivo: siempre tiene que producirse y reproducirse in actu.  En otras palabras, la relación entre el individuo y el mundo social objetivo es como un acto de equilibrio continuo.
En la socialización primaria no existe ningún problema de identificación, ninguna elección de otros significantes. La sociedad presenta al candidato a la socialización ante un grupo predefinido de otros significantes a los que debe aceptar en cuanto tales, sin posibilidades de optar por otro arreglo. Hic Rhodus, hic salta. Hay que aceptar a los padres que el destino nos ha deparado.  Por esta razón, el mundo internalizado en la socialización primaria se implanta en la conciencia con mucha más firmeza que los mundos internalizados en socializaciones secundarias. Por mucho que el sentido de inevitabilidad original pueda debilitarse en desencantos posteriores, el recuerdo de una certeza ya nunca repetida la certeza de los primeros albores de la realidad sigue adherido al mundo primero de la niñez. De esta manera, la socialización primaria logra que (retrospectivamente, por supuesto) puede considerarse como el más importante truco para inspirar con fianza que la sociedad le juega a individuo con el fin de dar apariencias de necesidad a lo que, de hecho, es un hato de contingencias y así volver al significativo el accidente de su nacimiento.

Los contenidos específicos que se internalizan en la socialización primaria varían, claro está, de una sociedad a otra. Es por, sobre todo, que el lenguaje lo que debe internalizarse. Con el lenguaje, y por su intermedio, diversos esquemas motivacionales e interpretativos se internalizan como definidos institucionalmente; por ejemplo, el querer actuar como muchachito valiente y el suponer que los muchachitos se dividen naturalmente en valientes y cobardes. Estos programas, tanto el inmediatamente aplicable como el anticipatorio, establecen la diferencia entre la identidad propia y la de otros: niñas, esclavos, o niños de otro clan. Por último, existe internalización de, por lo menos, los rudimentos del aparato legitimador: el niño aprende por que los programas son lo que son. Hay que ser valiente, porque hay que hacerse un hombre de verdad; hay que realizar los rituales, porque de otro modo los dioses se encolerizan; hay que ser leal al jefe, porque solo así los dioses nos ayudaran en momentos de peligro etc.

En la socialización primaria, pues, se construye el primer mundo del individuo. El mundo de la infancia, con su luminosa realidad, conduce, por tanto, a la confianza, no solo en las personas de los otros significantes, sino también en las definiciones de la situación. El mundo de la infancia es masivo e indudable mente real.

De cualquier forma, el mundo de la niñez está constituido como para inculcar en el individuo una estructura no mica que le infunda con fianza en que todo está muy bien, repitiendo la frase que posible mente las madres repiten con más frecuencia a sus hijos llorosos. El descubrimiento posterior de que algunas cosas distan de estar “muy bien” puede resultar más o menos chocante según las circunstancias biográficas, pero en cualquiera de los casos es probable que el mundo de la niñez retenga su realidad peculiar en la retrospección, y siga siendo “el mundo del hogar” por mucho que podamos alejarnos de el en épocas posteriores, hacia regiones que no tengan nada de familiar para nosotros.

La socialización primaria comporta secuencia de aprendizaje socialmente de finidas. A la edad A el niño debe aprender X, y a la edad B debe aprender y, y así sucesivamente. Así pues, en cualquier sociedad todo programa debe reconocer que no es posible pretender que el niño de un año aprenda lo que un niño de tres. Asimismo, la mayoría programas tienen probablemente que definir las cuestiones en forma diferente, según se trate de niños o niñas. Ese reconocimiento mínimo, por supuesto a la sociedad los hechos biológicos. No obstante, existe más allá de esto una gran variabilidad histórico-social en la definición de las etapas del aprendizaje. Lo que todavía se define como niñez en una sociedad puede muy bien definirse como edad adulta en otra, y las implicaciones sociales de la niñez pueden variar mucho de una sociedad a otra.


El carácter de la socialización primaria también resulta afectado por las exigencias del acopio de conocimiento que debe trasmitirse. En ciertas legitimaciones pueden requerir un grado más alto de complejidad lingüística que otras para ser comprendidas. Por ejemplo, que un niño necesitaría menos palabras para comprender que no debe masturbarse, porque eso causa enojo a su ángel guardián, que para comprender el argumento de que la masturbación interferiría su ajuste sexual posterior.
La socialización primaria finaliza cuando el concepto del otro generalizado (y todo lo que esto comporta) se ha establecido en la conciencia del individuo. A esta ya es miembro efectivo de la sociedad y está en posesión subjetiva de un yo y un mundo. Pero esta internalización de la sociedad, la identidad y la realidad no se resuelven, así como así. La socialización nunca es total, y nunca termina.


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