lunes, 10 de octubre de 2016

EL CICLO EVOLUTIVO FAMILIAR: CRISIS EVOLUTIVAS

CAPITUOLO II

EL CICLO EVOLUTIVO FAMILIAR: CRISIS EVOLUTIVAS

Mark Beyebach y Alberto Rodríguez- Morejón



INTRODUCCION

Aunque el concepto de ciclo vital familiar ha estado presente en la literatura psicológica y sobre todo sociológica durante varias décadas (Duvall, 1957; Hill, 1960), lo cierto es que a partir de los años 70 y 80 se ha convertido en uno de los grandes temas en el campo de la terapia familiar. A partir de esos momentos, el análisis de los grupos ha ocupado un papel cada vez más importante tanto en la teorización e investigación de la familia.

En este trabajo haremos una breve revisión de las aportaciones más destacadas que se han ido produciendo en el tema de ciclo vital familiar, poniendo el acento ante todo en sus implicaciones clínicas. Comenzaremos analizando el propio concepto de ciclo vital familiar, y pasaremos después a comprobar las diferencias y similitudes entre los diversos autores que proponen un esquema de etapas o de crisis evolutivas en el desarrollo de la familia normal.

EL CONCEPTO DE CICLO VITAL FAMILIAR

En este sentido cabe afirmar que la perspectiva del ciclo evolutivo ha permitido reintroducir en el terreno de la terapia familiar sistémica, cegada por la metáfora homeostática (Dell,1982) la dimensión diacrónica, histórica, de los sistemas. Además, ha llevado ampliar el campo de análisis, habitualmente limitado al corto espacio de tiempo que una familia está en tratamiento, hasta incluir el devenir de las familias a lo largo de varias generaciones.

La otra premisa fundamental a la hora de adoptar la perspectiva del ciclo vital es que el ciclo de desarrollo familiar es algo diferente que la mera suma o yuxtaposición de las biografías individuales de los miembros de las familias (Carter y McGoldrick, 1989). No es el individuo el que con la familia al fondo va atravesando una serie de etapas en el trascurso del tiempo, sino la familia como tal la que evoluciona (Friedman, 19899).

Esta consideración holística de la familia y de su recorrido evolutivo no supone, sin embargo, negar la complejidad inherente a la multiplicidad de individuos diferentes que la integran.

El punto de vista holístico si pretende, en cambio, subrayar la dimensión relacional en el proceso evolutivo, así como las conexiones entre personas distintas y también entre generaciones. En este sentido de conexión, de continuidad, es a nuestro juicio una de las principales aportaciones de la perspectiva del ciclo vital. La relevancia clínica del ciclo vital familiar se encontraría justificada en base a): todas o casi todas las familias atraviesan estas crisis evolutivas o al menos una de ellas; b) a que este aspecto evolutivo se muestra como un factor importante en muchos casos clínicos; y c) a que, aunque los aspectos relacionados con las transiciones evolutivas no jueguen originalmente un papel relevante, es inevitable que interactúen con el problema (Barnhill y Long, 1978).

LAS ETAPAS DEL CICLO VITAL DE LA FAMILIA TRADICIONAL

Estas clasificaciones se diferencian en cuanto al tipo de criterios utilizados para marcar las diversas fases: entradas y salidas de miembros del sistema familiar; cambios biopsicosociales de los integrantes de la familia; cambios socio labórales. En consecuencia, se aprecia una cierta diversidad entre las distintas clasificaciones, variando el número y la duración de las fases que cada una de ellas propone.
En cualquier caso, todos estos autores comparten la idea de que las etapas son cualitativamente diferentes entre sí, dándose constelaciones y relaciones en cada una de ellas.
Un corolario de esta afirmación es que el paso de una fase a otra supone algo más que un cambio cuantitativo, que un reajuste menor de la familia ante condiciones modificadas: se entiende que desplazarse a una nueva etapa exige siempre una verdadera trasformación del sistema familiar (Hoffman, en Carter y McGoldrick, 1989). Desde este punto de vista, pasar de una etapa a la siguiente en el ciclo evolutivo ofrece tanto oportunidades como peligros (Pittman,1990), y constituye un momento privilegiado para la intervención terapéutica.
Otra forma de describir la discontinuidad de estos cambios es en términos de las trasformaciones que sufre la definición de la relación entre los miembros del sistema considerado (Navarro Góngora, 1922). Desde este punto de vista, las diferentes etapas no exigen únicamente cambios instrumentales, la creación de nuevos repertorios de habilidades de comunicación, de resolución de problemas, de crianzas o el manejo de procesos emocionales potencialmente difíciles, sino que implican también un replanteamiento del contrato relacional básico (y en especial, de las pautas de distancia e intimidad).
Hay que recordar de todos modos que el hablar de procesos supraindividuales no debe llevar a ignorar las variaciones individuales: la mujer por ejemplo puede encontrarse ya en la etapa de nido vacío, mientras que su marido no ha pasado aun a esa etapa; un hijo no puede haberse independizado mientras que su hermano mayor, que padece una deficiencia congénita, se encuentra aún en una etapa previa de escolarización. En otras palabras, las fases al menos las que se postulan en las calificaciones al uso se solapan entre sí, y rara vez se dan en estado puro.

CAMBIOS EN EL CICLO VITAL FAMILIAR

Señalábamos más arriba que la noción del ciclo evolutivo familiar con lleva la idea de una cierta estabilidad y previsibilidad en la secuencia evolutiva de las familias. Sin embargo, la propia configuración del ciclo vital familiar, o al menos la de la forma de entenderlo, ha sufrido con siderales modificaciones a lo largo de la historia.
Por ejemplo, cabe considerar que la noción de infancia es una creación del siglo XVIII, y la de adolescencia, del siglo XIX. Planteamos por tanto que los cambios que la familia está sufriendo en las naciones industrializadas no son un fenómeno nuevo, producto solamente de las especiales características de nuestra época. Más bien al contrario: han sido siempre fluctuantes y cambiantes. Son solamente la falta de memoria histórica, la cortedad de miras o el prejuicio ideológico los que nos llevan a pensar en una identidad natural y estable.
Por lo que se refiere al primer tipo de cambios, han afectado a casi todas las etapas del ciclo vital. Como comentábamos más arriba, las mujeres tienen mayor acceso a la etapa de adulto joven emancipado, aunque en algunas sociedades la dificultad para la independencia económica ha pospuesto el inicio de esta etapa, la revisión del papel de las mujeres ha venido unida, además, a una mayor abundancia de matrimonios sin hijos. La disminución en el número de hijos supone que la etapa con hijos pequeños se haya acortado, aunque paralelamente la necesidad de que la pareja negocie como compatibilizar el trabajo afuera y dentro de la casa haya convertido esta etapa en una fase con alto riesgo de divorcio.
La fase en que la familia tiene hijos adolescentes se alarga cuando, la coyuntura socioeconómica dificulta una efectiva independencia del joven adulto, obligándole en buena medida a permanecer en el hogar paterno más allá de lo que antes era la norma.
El segundo tipo de cambio en el discurrir de la vida familiar tiene que ver con la incidencia cada vez mayor de los ciclos vitales alternativos: el ciclo del divorcio (Stern y Manocherian, 1989 Herz 1989), las familias reconstituidas, las parejas homosexuales, las familias monoparentales, las parejas que deciden no tener descendencia. De hecho, es cada vez menor el porcentaje de familias que se ajustan a lo que en los años 50 y 60 era el prototipo de familia en las sociedades industrializadas.
Finalmente, recordar que variables como la raza o la religión, y fenómenos como la emigración o la pobreza originan también considerables variaciones en el ciclo vital familiar. Unidas estas fuentes de variabilidad a todos los cambios que acabamos de enumerar, parece evidente que en la actualidad es difícil hablar de un ciclo vital familiar y que, por el contrario, coexisten en nuestra sociedad una multiplicidad de ciclos de desarrollo familiar. ¿cuáles son las implicaciones que tiene este análisis? A nuestro juicio son varias:
a)    Desde el punto de vista de las propias familias, puede producirse un cierto conflicto entre las expectativas culturales socialmente trasmitidas y la realidad del ciclo vital familiar. La mujer educada para casarse de blanco y tener hijos o el varón que sigue el modelo de sus padres y espera una esposa complaciente que se haga cargo de las tareas domésticas pueden tener dificultades para ajustarse a una situación diferente; o la madre soltera puede comprobar la falta de recursos que la sociedad pone a su disposición para compaginar su desempeño laboral con la crianza de los hijos. La crítica feminista ha puesto de relieve que las mujeres han sufrido y sufren de manera especial estas contradicciones entre, por una parte, una educación patriarcal y las exigencias de una sociedad moderna y más igualitaria o por otra, el deseo personal de una equiparación efectiva de los sexos y las constricciones que en este sentido buena parte de la sociedad sigue imponiendo.

b)    desde el punto de vista de los terapeutas familiares, tener en cuenta esta realidad cambiante puede servir para replantear de forma crítica ciertas concepciones que corren el riesgo de haber que dado atrasadas, de haber sido superadas por una realidad siempre cambiante. En este sentido consideramos que puede ser potencialmente peligroso que los terapeutas familiares nos guiemos en nuestro trabajo con familias por el modelo de familia más o menos estereotipado transmitido por nuestros propios padres.
Es más, consideremos que es un error querer imponer a nuestros clientes, bien por ignorancia, bien por una opción ideológica por otra parte muy respetable, una única versión de la familia. Pensamos que es preferible mantener una actitud activa de respecto ante la pluralidad opciones familiares.
Exige también cuidar nuestro vocabulario, y evitar un lenguaje sexista o discriminatorio: hijos ilegítimos, la mujer que se dedica a sus labores, etc.

DISRUPCIONES DEL CICLO VITAL FAMILIAR. CICLO VITAL FAMILIAR Y FORMACION DE PROBLEMAS

Haley es probablemente quien mejor resume la postura clásica en cuanto a la relación entre problemas clínicos y ciclo vital: el síntoma es una señal de que la familia enfrenta dificultades para superar una etapa del ciclo vital (Haley, 1980, p. 33). Así, la angustia de la madre tras el nacimiento del primer hijo es síntoma de la dificultad de dejar atrás la etapa de pareja sin hijos, o la conducta perturbada (delincuente, extravagante, incluso psicótica) de un joven corresponde a los problemas que el sistema encuentra para detestar a los hijos.

Pittman (1990) apunta en la misma dirección al señalar que las crisis de desarrollo exigen que la familia modifique su estructura para adaptarse a ellas. En su opinión, los problemas surgen tanto cuando parte de la familia o toda la familia trata de evitar la crisis en vez de adaptarse a ella como cuando parte de la familia trata de apresurar la crisis. En cualquier caso, esta respuesta inadecuada ante la tensión evolutiva se debe a que existe alguna inflexibilidad estructural previa.
Barnhill y Longo (1978) van más allá en su planteamiento. Desde su punto de vista, los problemas clínicos no se asocian únicamente a una detención del ciclo evolutivo familiar, sino a una autentica regresión a etapas anteriores.

Por ejemplo, el distanciamiento del padre tras el nacimiento de su primer hijo puede indicar la regresión a la etapa previa al compromiso marital, en la que esa familia se ha quedado fijada por una inadecuada formalización del proceso de compromiso. O, en el momento de transición hacia el nido vacío a floran los conflictos que la pareja no resolvió en su momento, pero que quedaron en cubiertos por el nacimiento de los hijos. Puestos que los conflictos de las diversas etapas nunca se resuelven al 100%, existirán en toda familia fijaciones parciales.

A nuestro modo de ver, cualquiera de estos autores, adopta lo que en otro lugar (Beyebach, 1986) hemos denominado una posición etiologicista, según el cual el atasco evolutivo o la regresión se explican en base a alguna deficiencia previa de la familia, entendida generalmente en términos estructurales.  A nuestro juicio, este modelo etiológico vacía de contenido el ciclo evolutivo familiar, ya que plantea que lo verdaderamente importante no es el ciclo de desarrollo de la familia propiamente dicho, sino la disfunción previa y yuxtapuesta. Dicho de otro modo, la crisis evolutiva, el proceso de transición, no es importante en sí mismo, sino porque pone de manifiesto la limitación preexistente de la familia.

La formulación que se hace desde la terapia sistémica breve (Fisch, Weakland y Segal, 1984; de Shazer 1991) es bien distinta. Se considera que los momentos de transición en el ciclo vital puede resultar estresante para cualquier familia o individuo, y que en ese sentido constituyen uno de los posibles comienzos para una secuencia de ampliación de la desviación que puede terminar configurando lo que se entiende como problema.
El que los intentos de solución sean o no eficaces no depende de la funcionalidad p disfuncionalidad de la familia o de la persona al que ni siquiera se cuestiona sino, básicamente, de la buena o mala suerte.

Otra forma de construir las diversas posturas que sobre la relación entre ciclo vital familiar y formación y mantenimiento de problemas adoptan de forma más o menos explícita los terapeutas familiares seria distinguiendo tres tipos de planteamiento:
1.    la posición “dura”, caracterizada por varios postulados más o menos implícitos. A) se asume que la incapacidad o falta de voluntad de la familia para avanzar en el ciclo vital causa patología. La relación se entiende, eso, si, como circular: el atasco evolutivo genera y mantiene problema, pero a su vez el problema mantiene el atasco evolutivo. B) se considera que todo problema clínico en terapia familiar presenta este componente de atasco evolutivo. Finalmente, C) se piensa que las dificultades para avanzar en el ciclo de desarrollo se deben a una disfunción estructural previa de la familia.

2.    La posición “intermedia”, según la cual a) los momentos de transición de una etapa a otra pueden eventualmente constituir verdaderas crisis evolutivas, eventos estresantes que, sumados a otros factores de tensión, precipitan algún tipo de problemática relacional o individual.

De todos modos, se considera que b) los problemas clínicos pueden tener otro tipo de origen. Además, c) la disrupción que la transición pueda causar estaría desde esta óptica medida por otras variables individuales y relacionales, además de conflictos previo.

3.    La posición “suave” según la que el ciclo vital familiar constituye uno de los contextos dentro de los cuales se desenvuelven los sistemas humanos y, por tanto, un contexto dentro del cual se generan y mantienen entre otras cosas los problemas. Es decir, el ciclo vital familiar no causa ni precipita los problemas, pero interactúa con ellos.

CRITICA A LA NOCION Y UTILIDAD DEL CONCEPTO DE CICLO VITAL FAMILIAR

Entrando en el terreno de las críticas, empezaremos señalando que, como marco conceptual, ciclo vital es, por una parte, excesivamente amplio, y también demasiado impreciso. Queremos indicar con ello que es un constructo que corre el riesgo de quedar vacío de significado, en la medida en la que todo se puede relacionar con él. Este problema que tiene que ver más con la utilización que se hace de esta dimensión que con la dimensión en sí que da especialmente de manifiesto en el terreno clínico.

Es una hipótesis que se demuestra a si mima: cualquier problema dado coincide con alguna transición del ciclo vital, o con alguna fase que para esa familia se puede construir como problemática.

La imprecisión tiene que ver con la diversidad de clasificaciones e, incluso, con la dificultad para delimitar con exactitud ciertas etapas y ciertos procesos de transición, lo cual hace algo más complicada la investigación en este campo, así como la comunicación entre investigadores.

Paradojamente, también puede acusarse al ciclo vital familiar, en cuanto marco de referencia, de ser todo lo contrario: demasiado limitado, excesivamente estrecho. Y ello en dos sentidos:

Por una parte, el establecer para la familia “normal” determinadas fases de desarrollo y transacciones entre ellas parece haber excluido la experiencia de muchas familias, obligando a nuevas formulaciones, a añadir nuevas etapas, a plantear ciclos vitales familiares alternativos. Como apunta Jacob (1987) un modelo que requiere tantas adaptaciones y nuevas versiones (para familias monoparentales, para divorciados, etc.) pierde utilidad.

Por otra, cualquier modelo de ciclo vital familiar que se tome como referencia en el trabajo clínico bien sea para evaluar la normalidad de una familia, Fishman 1990, corre el riesgo de convertirse en un corsé intelectual, en un lecho de procusto desde el que maltratar a las familias.

UTILIDAD TERAPÉUTICA DEL CICLO VITAL

En este apartado pasaremos revista a las diversas implicaciones terapéuticas que tiene la adopción del ciclo vital familiar como marco de referencia para una terapeuta familiar sistémica.



CAMBIO EN PSICOTERAPIA Y CICLO VITAL FAMILIAR

Ya hemos comentado más arriba que las transiciones naturales del ciclo vital familiar constituyen un modelo de trasformación (Hoffman, 1989), incluso de cambio II en el sentido de grupo de palo alto (Watzlawick, Wekland y Fisch, 1982). En este sentido, constituyen un buen recordatorio para los terapeutas de que las familias no solo pueden cambiar, sino que están de hecho cambiando contantemente, con y sin terapia.

Más allá de este valor como modelo, las transacciones del ciclo vital constituyen para muchos autores (Friedman, 1989) momentos privilegiados de cambio. En palabras de Friedman, los procesos de transición evolutiva flexibilizan la estructura de la familia, abriendo posibilidades que en otros momentos no se ofrecen. Hay que tener en cuenta que desde esta óptica los ritos de paso no son procesos individuales, sino procesos que involucran y movilizan a toda la familia.

En esta misma línea, cabe pensar que los momentos de transición evolutiva pueden funcionar como auténticas lentes de aumento que amplíen los cambios que se produzcan en la terapia. Todos los terapeutas tenemos la experiencia de que a menudo la propia evolución de la familia juega a favor del proceso de cambio: las relaciones con el niño, que ya había empezado a mejorar, cambian aún más cuando este empieza a ir a la escuela, o el nacimiento de un hijo termina de asentar los cambios que la pareja ido introduciendo.


EVALUACON EN TERAPIA FAMILIAR Y CICLO VITAL FAMILIAR

Los modelos de terapia familiar que asumen la necesidad de realizar una evaluación comprensiva de la familia encuentra en el ciclo vital un punto de referencia útil.
En primer lugar, la terapeuta puede preguntarse en qué fase de su desarrollo está la familia, para identificar a continuación las tareas evolutivas que esa fase plantea y calibrar hasta qué punto la familia está cumpliéndolas adecuadamente.

Por otra parte, que cada fase del ciclo vital aparece unida a ciertos riesgos y aciertas oportunidades el situar priori, de una forma aproximada, cuáles pueden ser las debilidades y los recursos de la familia en ese momento.

Además, se puede valorizar si el rito de paso ha sido adecuadamente completado, y si se ha utilizado o no algún ritual (Imber-Black, 1989) que haya funcionado como catalizador.
Desde el punto de vista predictivo, es posible valorar estas mismas dimensiones a fin de estimar el impacto que puede tener una transición futura. Esta evaluación identificara las áreas de riesgos y las habilidades que deben ser potenciadas (Worthington, 1978).

LA INTERVENCIÓN EN TERAPIA FAMILIAR Y EL CICLO DE LA FAMILIA

En función del cual haya sido la evaluación de la problemática evolutiva de la familia, la intervención terapéutica ira encaminada a satisfacer las demandas que plante la nueva fase, por ejemplo, trabajando sobre las habilidades de comunicación de la pareja recién casada, a apoyar a la familia en aquellas áreas de funcionamiento que constituyen potenciales puntos débiles, o a promover la transición a la siguiente etapa incidiendo sobre las dificultades que la evaluación haya revelado.

En terapia familiar disponemos de programas de enriquecimiento marital, programas de formato multifamiliar para enfermos físicos crónicos, procedimientos estandarizados para intervenir en situaciones de ruptura de pareja, para trabajar en casos de divorcio con hijos.
El buen criterio del terapeuta deberá permitirle utilizar este tipo de informaciones para apoyar a sus clientes, y no para imponer les ninguna verdad científica. En este sentido, nosotros utilizamos este tipo de intervenciones, no con intención de informar lo que presupone que trasmitimos datos objetivos, si no como un modo de redefinir y de negociar significados.

La utilidad del ciclo evolutivo familiar en este tipo de intervenciones tanto psicoeducativas como más o menos estratégicas deriva a nuestro juicio del hecho de que la noción del desarrollo familiar es algo culturalmente compartido, algo que está en la experiencia directa o vicaria de todas las personas.

CONCLUSION

Hemos dedicado este articulo a, por un lado, a revisar algunos de los planteamientos clásicos sobre el ciclo vital familiar y, por otro, interrogarnos sobre algunos de los problemas conceptuales y clínicos que este marco de referencia plantea.
Pensamos que la profundización en la investigación empírica, tanto sobre familias clínicas como sobre familias normales, seguirá produciendo datos de gran interés y repercusión. Será tarea de los terapeutas el utilizar de forma adecuada estos conocimientos en beneficio de las personas con las que trabajamos.




1 comentario:

  1. hacen un resumen, pero quedan en mora de comunicar sus impresiones, su aporte de analisis....

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