CAPITUOLO II
EL CICLO EVOLUTIVO
FAMILIAR: CRISIS EVOLUTIVAS
Mark Beyebach y Alberto Rodríguez-
Morejón
INTRODUCCION
Aunque
el concepto de ciclo vital familiar ha estado presente en la literatura
psicológica y sobre todo sociológica durante varias décadas (Duvall, 1957;
Hill, 1960), lo cierto es que a partir de los años 70 y 80 se ha convertido en
uno de los grandes temas en el campo de la terapia familiar. A partir de esos
momentos, el análisis de los grupos ha ocupado un papel cada vez más importante
tanto en la teorización e investigación de la familia.
En
este trabajo haremos una breve revisión de las aportaciones más destacadas que
se han ido produciendo en el tema de ciclo vital familiar, poniendo el acento
ante todo en sus implicaciones clínicas. Comenzaremos analizando el propio
concepto de ciclo vital familiar, y pasaremos después a comprobar las
diferencias y similitudes entre los diversos autores que proponen un esquema de
etapas o de crisis evolutivas en el desarrollo de la familia normal.
EL CONCEPTO DE CICLO VITAL FAMILIAR
En
este sentido cabe afirmar que la perspectiva del ciclo evolutivo ha permitido
reintroducir en el terreno de la terapia familiar sistémica, cegada por la
metáfora homeostática (Dell,1982) la dimensión diacrónica, histórica, de los
sistemas. Además, ha llevado ampliar el campo de análisis, habitualmente
limitado al corto espacio de tiempo que una familia está en tratamiento, hasta
incluir el devenir de las familias a lo largo de varias generaciones.
La
otra premisa fundamental a la hora de adoptar la perspectiva del ciclo vital es
que el ciclo de desarrollo familiar es algo diferente que la mera suma o
yuxtaposición de las biografías individuales de los miembros de las familias
(Carter y McGoldrick, 1989). No es el individuo el que con la familia al fondo
va atravesando una serie de etapas en el trascurso del tiempo, sino la familia
como tal la que evoluciona (Friedman, 19899).
Esta
consideración holística de la familia y de su recorrido evolutivo no supone,
sin embargo, negar la complejidad inherente a la multiplicidad de individuos
diferentes que la integran.
El
punto de vista holístico si pretende, en cambio, subrayar la dimensión
relacional en el proceso evolutivo, así como las conexiones entre personas
distintas y también entre generaciones. En este sentido de conexión, de
continuidad, es a nuestro juicio una de las principales aportaciones de la
perspectiva del ciclo vital. La relevancia clínica del ciclo vital familiar se
encontraría justificada en base a): todas o casi todas las familias atraviesan
estas crisis evolutivas o al menos una de ellas; b) a que este aspecto
evolutivo se muestra como un factor importante en muchos casos clínicos; y c) a
que, aunque los aspectos relacionados con las transiciones evolutivas no
jueguen originalmente un papel relevante, es inevitable que interactúen con el
problema (Barnhill y Long, 1978).
LAS ETAPAS DEL CICLO VITAL DE LA FAMILIA
TRADICIONAL
Estas
clasificaciones se diferencian en cuanto al tipo de criterios utilizados para
marcar las diversas fases: entradas y salidas de miembros del sistema familiar;
cambios biopsicosociales de los integrantes de la familia; cambios socio
labórales. En consecuencia, se aprecia una cierta diversidad entre las
distintas clasificaciones, variando el número y la duración de las fases que
cada una de ellas propone.
En
cualquier caso, todos estos autores comparten la idea de que las etapas son
cualitativamente diferentes entre sí, dándose constelaciones y relaciones en
cada una de ellas.
Un
corolario de esta afirmación es que el paso de una fase a otra supone algo más
que un cambio cuantitativo, que un reajuste menor de la familia ante
condiciones modificadas: se entiende que desplazarse a una nueva etapa exige
siempre una verdadera trasformación del sistema familiar (Hoffman, en Carter y
McGoldrick, 1989). Desde este punto de vista, pasar de una etapa a la siguiente
en el ciclo evolutivo ofrece tanto oportunidades como peligros (Pittman,1990),
y constituye un momento privilegiado para la intervención terapéutica.
Otra
forma de describir la discontinuidad de estos cambios es en términos de las
trasformaciones que sufre la definición de la relación entre los miembros del
sistema considerado (Navarro Góngora, 1922). Desde este punto de vista, las
diferentes etapas no exigen únicamente cambios instrumentales, la creación de
nuevos repertorios de habilidades de comunicación, de resolución de problemas,
de crianzas o el manejo de procesos emocionales potencialmente difíciles, sino
que implican también un replanteamiento del contrato relacional básico (y en
especial, de las pautas de distancia e intimidad).
Hay
que recordar de todos modos que el hablar de procesos supraindividuales no debe
llevar a ignorar las variaciones individuales: la mujer por ejemplo puede
encontrarse ya en la etapa de nido vacío, mientras que su marido no ha pasado
aun a esa etapa; un hijo no puede haberse independizado mientras que su hermano
mayor, que padece una deficiencia congénita, se encuentra aún en una etapa
previa de escolarización. En otras palabras, las fases al menos las que se
postulan en las calificaciones al uso se solapan entre sí, y rara vez se dan en
estado puro.
CAMBIOS EN EL CICLO VITAL FAMILIAR
Señalábamos
más arriba que la noción del ciclo evolutivo familiar con lleva la idea de una
cierta estabilidad y previsibilidad en la secuencia evolutiva de las familias.
Sin embargo, la propia configuración del ciclo vital familiar, o al menos la de
la forma de entenderlo, ha sufrido con siderales modificaciones a lo largo de
la historia.
Por
ejemplo, cabe considerar que la noción de infancia es una creación del siglo
XVIII, y la de adolescencia, del siglo XIX. Planteamos por tanto que los
cambios que la familia está sufriendo en las naciones industrializadas no son
un fenómeno nuevo, producto solamente de las especiales características de
nuestra época. Más bien al contrario: han sido siempre fluctuantes y
cambiantes. Son solamente la falta de memoria histórica, la cortedad de miras o
el prejuicio ideológico los que nos llevan a pensar en una identidad natural y
estable.
Por
lo que se refiere al primer tipo de cambios, han afectado a casi todas las
etapas del ciclo vital. Como comentábamos más arriba, las mujeres tienen mayor
acceso a la etapa de adulto joven emancipado, aunque en algunas sociedades la
dificultad para la independencia económica ha pospuesto el inicio de esta
etapa, la revisión del papel de las mujeres ha venido unida, además, a una
mayor abundancia de matrimonios sin hijos. La disminución en el número de hijos
supone que la etapa con hijos pequeños se haya acortado, aunque paralelamente
la necesidad de que la pareja negocie como compatibilizar el trabajo afuera y
dentro de la casa haya convertido esta etapa en una fase con alto riesgo de
divorcio.
La
fase en que la familia tiene hijos adolescentes se alarga cuando, la coyuntura
socioeconómica dificulta una efectiva independencia del joven adulto,
obligándole en buena medida a permanecer en el hogar paterno más allá de lo que
antes era la norma.
El
segundo tipo de cambio en el discurrir de la vida familiar tiene que ver con la
incidencia cada vez mayor de los ciclos vitales alternativos: el ciclo del
divorcio (Stern y Manocherian, 1989 Herz 1989), las familias reconstituidas,
las parejas homosexuales, las familias monoparentales, las parejas que deciden
no tener descendencia. De hecho, es cada vez menor el porcentaje de familias
que se ajustan a lo que en los años 50 y 60 era el prototipo de familia en las
sociedades industrializadas.
Finalmente,
recordar que variables como la raza o la religión, y fenómenos como la
emigración o la pobreza originan también considerables variaciones en el ciclo
vital familiar. Unidas estas fuentes de variabilidad a todos los cambios que
acabamos de enumerar, parece evidente que en la actualidad es difícil hablar de
un ciclo vital familiar y que, por el contrario, coexisten en nuestra sociedad
una multiplicidad de ciclos de desarrollo familiar. ¿cuáles son las
implicaciones que tiene este análisis? A nuestro juicio son varias:
a) Desde el punto de vista de las propias
familias, puede producirse un cierto conflicto entre las expectativas
culturales socialmente trasmitidas y la realidad del ciclo vital familiar. La
mujer educada para casarse de blanco y tener hijos o el varón que sigue el
modelo de sus padres y espera una esposa complaciente que se haga cargo de las
tareas domésticas pueden tener dificultades para ajustarse a una situación
diferente; o la madre soltera puede comprobar la falta de recursos que la
sociedad pone a su disposición para compaginar su desempeño laboral con la
crianza de los hijos. La crítica feminista ha puesto de relieve que las mujeres
han sufrido y sufren de manera especial estas contradicciones entre, por una
parte, una educación patriarcal y las exigencias de una sociedad moderna y más
igualitaria o por otra, el deseo personal de una equiparación efectiva de los
sexos y las constricciones que en este sentido buena parte de la sociedad sigue
imponiendo.
b) desde el punto de vista de los
terapeutas familiares, tener en cuenta esta realidad cambiante puede servir
para replantear de forma crítica ciertas concepciones que corren el riesgo de
haber que dado atrasadas, de haber sido superadas por una realidad siempre
cambiante. En este sentido consideramos que puede ser potencialmente peligroso
que los terapeutas familiares nos guiemos en nuestro trabajo con familias por
el modelo de familia más o menos estereotipado transmitido por nuestros propios
padres.
Es
más, consideremos que es un error querer imponer a nuestros clientes, bien por
ignorancia, bien por una opción ideológica por otra parte muy respetable, una
única versión de la familia. Pensamos que es preferible mantener una actitud
activa de respecto ante la pluralidad opciones familiares.
Exige
también cuidar nuestro vocabulario, y evitar un lenguaje sexista o
discriminatorio: hijos ilegítimos, la mujer que se dedica a sus labores, etc.
DISRUPCIONES DEL CICLO VITAL FAMILIAR.
CICLO VITAL FAMILIAR Y FORMACION DE PROBLEMAS
Haley
es probablemente quien mejor resume la postura clásica en cuanto a la relación
entre problemas clínicos y ciclo vital: el síntoma es una señal de que la
familia enfrenta dificultades para superar una etapa del ciclo vital (Haley,
1980, p. 33). Así, la angustia de la madre tras el nacimiento del primer hijo
es síntoma de la dificultad de dejar atrás la etapa de pareja sin hijos, o la
conducta perturbada (delincuente, extravagante, incluso psicótica) de un joven
corresponde a los problemas que el sistema encuentra para detestar a los hijos.
Pittman
(1990) apunta en la misma dirección al señalar que las crisis de desarrollo exigen
que la familia modifique su estructura para adaptarse a ellas. En su opinión,
los problemas surgen tanto cuando parte de la familia o toda la familia trata
de evitar la crisis en vez de adaptarse a ella como cuando parte de la familia
trata de apresurar la crisis. En cualquier caso, esta respuesta inadecuada ante
la tensión evolutiva se debe a que existe alguna inflexibilidad estructural
previa.
Barnhill
y Longo (1978) van más allá en su planteamiento. Desde su punto de vista, los
problemas clínicos no se asocian únicamente a una detención del ciclo evolutivo
familiar, sino a una autentica regresión a etapas anteriores.
Por
ejemplo, el distanciamiento del padre tras el nacimiento de su primer hijo
puede indicar la regresión a la etapa previa al compromiso marital, en la que
esa familia se ha quedado fijada por una inadecuada formalización del proceso
de compromiso. O, en el momento de transición hacia el nido vacío a floran los
conflictos que la pareja no resolvió en su momento, pero que quedaron en cubiertos
por el nacimiento de los hijos. Puestos que los conflictos de las diversas
etapas nunca se resuelven al 100%, existirán en toda familia fijaciones
parciales.
A
nuestro modo de ver, cualquiera de estos autores, adopta lo que en otro lugar
(Beyebach, 1986) hemos denominado una posición etiologicista, según el cual el
atasco evolutivo o la regresión se explican en base a alguna deficiencia previa
de la familia, entendida generalmente en términos estructurales. A nuestro juicio, este modelo etiológico
vacía de contenido el ciclo evolutivo familiar, ya que plantea que lo
verdaderamente importante no es el ciclo de desarrollo de la familia
propiamente dicho, sino la disfunción previa y yuxtapuesta. Dicho de otro modo,
la crisis evolutiva, el proceso de transición, no es importante en sí mismo,
sino porque pone de manifiesto la limitación preexistente de la familia.
La
formulación que se hace desde la terapia sistémica breve (Fisch, Weakland y
Segal, 1984; de Shazer 1991) es bien distinta. Se considera que los momentos de
transición en el ciclo vital puede resultar estresante para cualquier familia o
individuo, y que en ese sentido constituyen uno de los posibles comienzos para
una secuencia de ampliación de la desviación que puede terminar configurando lo
que se entiende como problema.
El
que los intentos de solución sean o no eficaces no depende de la funcionalidad
p disfuncionalidad de la familia o de la persona al que ni siquiera se
cuestiona sino, básicamente, de la buena o mala suerte.
Otra
forma de construir las diversas posturas que sobre la relación entre ciclo
vital familiar y formación y mantenimiento de problemas adoptan de forma más o
menos explícita los terapeutas familiares seria distinguiendo tres tipos de
planteamiento:
1. la posición “dura”, caracterizada por
varios postulados más o menos implícitos. A) se asume que la incapacidad o
falta de voluntad de la familia para avanzar en el ciclo vital causa patología.
La relación se entiende, eso, si, como circular: el atasco evolutivo genera y
mantiene problema, pero a su vez el problema mantiene el atasco evolutivo. B)
se considera que todo problema clínico en terapia familiar presenta este
componente de atasco evolutivo. Finalmente, C) se piensa que las dificultades
para avanzar en el ciclo de desarrollo se deben a una disfunción estructural
previa de la familia.
2. La posición “intermedia”, según la cual
a) los momentos de transición de una etapa a otra pueden eventualmente
constituir verdaderas crisis evolutivas, eventos estresantes que, sumados a
otros factores de tensión, precipitan algún tipo de problemática relacional o
individual.
De todos modos, se considera que b) los
problemas clínicos pueden tener otro tipo de origen. Además, c) la disrupción
que la transición pueda causar estaría desde esta óptica medida por otras
variables individuales y relacionales, además de conflictos previo.
3. La posición “suave” según la que el
ciclo vital familiar constituye uno de los contextos dentro de los cuales se
desenvuelven los sistemas humanos y, por tanto, un contexto dentro del cual se
generan y mantienen entre otras cosas los problemas. Es decir, el ciclo vital
familiar no causa ni precipita los problemas, pero interactúa con ellos.
CRITICA A LA NOCION Y UTILIDAD DEL
CONCEPTO DE CICLO VITAL FAMILIAR
Entrando
en el terreno de las críticas, empezaremos señalando que, como marco
conceptual, ciclo vital es, por una parte, excesivamente amplio, y también
demasiado impreciso. Queremos indicar con ello que es un constructo que corre
el riesgo de quedar vacío de significado, en la medida en la que todo se puede
relacionar con él. Este problema que tiene que ver más con la utilización que
se hace de esta dimensión que con la dimensión en sí que da especialmente de
manifiesto en el terreno clínico.
Es
una hipótesis que se demuestra a si mima: cualquier problema dado coincide con
alguna transición del ciclo vital, o con alguna fase que para esa familia se
puede construir como problemática.
La
imprecisión tiene que ver con la diversidad de clasificaciones e, incluso, con
la dificultad para delimitar con exactitud ciertas etapas y ciertos procesos de
transición, lo cual hace algo más complicada la investigación en este campo,
así como la comunicación entre investigadores.
Paradojamente,
también puede acusarse al ciclo vital familiar, en cuanto marco de referencia,
de ser todo lo contrario: demasiado limitado, excesivamente estrecho. Y ello en
dos sentidos:
Por
una parte, el establecer para la familia “normal” determinadas fases de
desarrollo y transacciones entre ellas parece haber excluido la experiencia de
muchas familias, obligando a nuevas formulaciones, a añadir nuevas etapas, a
plantear ciclos vitales familiares alternativos. Como apunta Jacob (1987) un
modelo que requiere tantas adaptaciones y nuevas versiones (para familias
monoparentales, para divorciados, etc.) pierde utilidad.
Por
otra, cualquier modelo de ciclo vital familiar que se tome como referencia en
el trabajo clínico bien sea para evaluar la normalidad de una familia, Fishman
1990, corre el riesgo de convertirse en un corsé intelectual, en un lecho de
procusto desde el que maltratar a las familias.
UTILIDAD TERAPÉUTICA DEL CICLO VITAL
En
este apartado pasaremos revista a las diversas implicaciones terapéuticas que
tiene la adopción del ciclo vital familiar como marco de referencia para una
terapeuta familiar sistémica.
CAMBIO EN PSICOTERAPIA Y CICLO VITAL
FAMILIAR
Ya
hemos comentado más arriba que las transiciones naturales del ciclo vital
familiar constituyen un modelo de trasformación (Hoffman, 1989), incluso de
cambio II en el sentido de grupo de palo alto (Watzlawick, Wekland y Fisch,
1982). En este sentido, constituyen un buen recordatorio para los terapeutas de
que las familias no solo pueden cambiar, sino que están de hecho cambiando
contantemente, con y sin terapia.
Más
allá de este valor como modelo, las transacciones del ciclo vital constituyen
para muchos autores (Friedman, 1989) momentos privilegiados de cambio. En
palabras de Friedman, los procesos de transición evolutiva flexibilizan la
estructura de la familia, abriendo posibilidades que en otros momentos no se
ofrecen. Hay que tener en cuenta que desde esta óptica los ritos de paso no son
procesos individuales, sino procesos que involucran y movilizan a toda la
familia.
En
esta misma línea, cabe pensar que los momentos de transición evolutiva pueden
funcionar como auténticas lentes de aumento que amplíen los cambios que se
produzcan en la terapia. Todos los terapeutas tenemos la experiencia de que a
menudo la propia evolución de la familia juega a favor del proceso de cambio:
las relaciones con el niño, que ya había empezado a mejorar, cambian aún más
cuando este empieza a ir a la escuela, o el nacimiento de un hijo termina de asentar
los cambios que la pareja ido introduciendo.
EVALUACON EN TERAPIA FAMILIAR Y CICLO
VITAL FAMILIAR
Los
modelos de terapia familiar que asumen la necesidad de realizar una evaluación
comprensiva de la familia encuentra en el ciclo vital un punto de referencia
útil.
En
primer lugar, la terapeuta puede preguntarse en qué fase de su desarrollo está
la familia, para identificar a continuación las tareas evolutivas que esa fase
plantea y calibrar hasta qué punto la familia está cumpliéndolas adecuadamente.
Por
otra parte, que cada fase del ciclo vital aparece unida a ciertos riesgos y
aciertas oportunidades el situar priori, de una forma aproximada, cuáles pueden
ser las debilidades y los recursos de la familia en ese momento.
Además,
se puede valorizar si el rito de paso ha sido adecuadamente completado, y si se
ha utilizado o no algún ritual (Imber-Black, 1989) que haya funcionado como
catalizador.
Desde
el punto de vista predictivo, es posible valorar estas mismas dimensiones a fin
de estimar el impacto que puede tener una transición futura. Esta evaluación
identificara las áreas de riesgos y las habilidades que deben ser potenciadas
(Worthington, 1978).
LA INTERVENCIÓN EN TERAPIA FAMILIAR Y EL
CICLO DE LA FAMILIA
En
función del cual haya sido la evaluación de la problemática evolutiva de la
familia, la intervención terapéutica ira encaminada a satisfacer las demandas
que plante la nueva fase, por ejemplo, trabajando sobre las habilidades de
comunicación de la pareja recién casada, a apoyar a la familia en aquellas
áreas de funcionamiento que constituyen potenciales puntos débiles, o a
promover la transición a la siguiente etapa incidiendo sobre las dificultades
que la evaluación haya revelado.
En
terapia familiar disponemos de programas de enriquecimiento marital, programas
de formato multifamiliar para enfermos físicos crónicos, procedimientos
estandarizados para intervenir en situaciones de ruptura de pareja, para
trabajar en casos de divorcio con hijos.
El
buen criterio del terapeuta deberá permitirle utilizar este tipo de
informaciones para apoyar a sus clientes, y no para imponer les ninguna verdad
científica. En este sentido, nosotros utilizamos este tipo de intervenciones,
no con intención de informar lo que presupone que trasmitimos datos objetivos,
si no como un modo de redefinir y de negociar significados.
La
utilidad del ciclo evolutivo familiar en este tipo de intervenciones tanto
psicoeducativas como más o menos estratégicas deriva a nuestro juicio del hecho
de que la noción del desarrollo familiar es algo culturalmente compartido, algo
que está en la experiencia directa o vicaria de todas las personas.
CONCLUSION
Hemos
dedicado este articulo a, por un lado, a revisar algunos de los planteamientos
clásicos sobre el ciclo vital familiar y, por otro, interrogarnos sobre algunos
de los problemas conceptuales y clínicos que este marco de referencia plantea.
Pensamos
que la profundización en la investigación empírica, tanto sobre familias clínicas
como sobre familias normales, seguirá produciendo datos de gran interés y
repercusión. Será tarea de los terapeutas el utilizar de forma adecuada estos
conocimientos en beneficio de las personas con las que trabajamos.
hacen un resumen, pero quedan en mora de comunicar sus impresiones, su aporte de analisis....
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