viernes, 25 de noviembre de 2016

TIPOGRAFÍA RELATO, CONOCIMIENTO Y PODER

White y Epston: Medios narrativos para fines terapéuticos




Relato, conocimiento y poder.

En este capítulo Michael White, presento un resumen de algunos de los más recientes avances en teoría social que a David Epston y a mí nos parecieron de gran interés y también algunas de las consecuencias que, en nuestra opinión, esas ideas tienen para
La terapia.
Me permitiré resumir aquí, aun a riesgo de simplificarlas, las posiciones adoptadas en ese debate. Algunos han sostenido que en realidad el poder no existe, que es algo que se construye en el lenguaje. Y que quienes experimentan sus efectos han contribuido a producirlo. La otra posición sostiene que el poder existe realmente y que es ejercido por algunas personas con el propósito de oprimir a otras. La polémica parece haber llegado a un punto muerto y ello no ha contribuido a hacer avanzar nuestra reflexión sobre el poder y su funcionamiento.

Creemos que Foucault proporciona una vía para abandonar este callejón sin salida. No obstante, para los que no están familiarizados con sus ideas y su estilo, su lectura suele resultar difícil. En este trabajo he hecho todo lo posible por presentar algunas de sus ideas en una forma que, espero, las haga razonablemente accesibles. No sé hasta qué punto lo he logrado: esto sólo puede decidirlo el lector.

Los expertos en ciencias sociales se refieren al método interpretativo cuando estudian los procesos por los que desciframos el mundo. Dado que no podemos conocer la realidad objetiva, todo conocimiento requiere un acto de interpretación.

Bateson argumentaba que para nosotros no es posible conocer la realidad objetiva. Refiriéndose  a la máxima de Korzybski que afirma que el mapa no es el territorio, Bateson afirma que la comprensión que tenemos de un hecho, o el significado que le atribuimos, está determinada y restringida por su contexto receptor; es decir, por la red de premisas y supuestos que constituyen nuestros mapas del mundo. Comparando estos mapas con pautas, argumentó que la interpretación de todo acontecimiento está determinada por la forma en que éste encaja dentro de pautas conocidas, y llamó al proceso codificación de la parte a partir del todo. (Bateson, 1972).

No sólo sostuvo que la interpretación de un evento está determinada por su contexto receptor sino también que aquellos acontecimientos que no pueden pautarse no son seleccionados para la supervivencia; para nosotros, tales acontecimientos no existen como hechos.
La obra de Bateson me llevó también a prestar atención a una dimensión que en general no tiene demasiado eco en la terapia: la dimensión temporal. Al afirmar que toda información es necesariamente la noticia de una diferencia, y que es la percepción de la diferencia lo que desencadena todas las nuevas respuestas en los sistemas vivos, demostró que situar los eventos en el tiempo es esencial para la percepción de la diferencia, para la detección del cambio.

Con respecto a la terapia familiar que es nuestra área de interés especial el método interpretativo, en vez de proponer que cierta estructura subyacente o disfunción de la familia determina el comportamiento y las interacciones de sus miembros, sostendría que es el significado que los miembros atribuyen a los hechos lo que determina su comportamiento. Así, desde hace algún tiempo me intereso por cómo las personas organizan sus vidas alrededor de ciertos significados y cómo, al hacerlo, contribuyen inadvertidamente a la supervivencia  y a la carrera del problema.


Me intereso por las exigencias del problema para su supervivencia, y por el efecto que tienen esas exigencias sobre las vidas y las relaciones de las personas. He propuesto que las respuestas de los miembros de la familia a las exigencias del problema, tomadas en su conjunto, constituyen inadvertidamente el sistema de apoyo a la vida del problema.

La analogía del texto me proporcionó una segunda descripción de la manera en que las personas organizan sus vidas alrededor de determinados problemas. A través de esta analogía, se puede considerar que esta organización refleja la interacción de lectores y escritores en torno a ciertos relatos o narraciones.

ANALOGÍA

Las analogías que empleamos determinan nuestro examen del mundo: las preguntas que formulamos acerca de los hechos, las realidades que construimos y los efectos reales experimentados por quienes participan en la indagación. Las analogías que usamos determinan incluso las propias distinciones que extraemos del mundo.

Al preferir una analogía sobre otra, no podemos recurrir a criterios tales como su corrección o exactitud, dado que estos atributos no se pueden establecer para cualquier analogía. Pero podemos, al menos en alguna medida, investigar las analogías a través de las que vivimos, situando nuestras propias prácticas dentro de la historia del pensamiento social, y examinando y criticando los efectos de esas prácticas.

LA ANALOGÍA DEL TEXTO

Los investigadores que adoptaron la analogía del texto respondieron argumentando que, para entender nuestras vidas y expresarnos a nosotros mismos, la experiencia debe relatarse y que es precisamente el hecho de relatar lo que determina el significado que se atribuirá a la experiencia.

En su esfuerzo de dar un sentido a su vida, las personas se enfrentan con la tarea de organizar su experiencia de los acontecimientos en secuencias temporales, a fin de obtener un relato coherente de sí mismas y del mundo que las rodea. Las experiencias específicas de sucesos del pasado y del presente, y aquellas que se prevé ocurrirán en el futuro, deben estar conectadas entre sí en una secuencia lineal, para que la narración pueda desarrollarse.

La estructuración de una narración requiere la utilización de un proceso de selección por medio del cual dejamos de lado, de entre el conjunto de los hechos de nuestra experiencia, aquellos que no encajan en los relatos dominantes que nosotros y los demás desarrollamos acerca de nosotros mismos. Así, a lo largo del tiempo y por necesidad, gran parte de nuestro bagaje de experiencias vividas queda sin relatar y nunca es «contado» o expresado. Permanece amorfo, sin organización y sin forma:

Algunas experiencias son rudimentarias, en el sentido de que simplemente no entendemos lo que estamos experimentando, o bien porque esas experiencias no son narrables, o bien porque carecemos de los recursos representativos y narrativos, o porque nos falta vocabulario (E. Bruner, 1986b, págs. 6-7).

De todo esto se desprende que la analogía del texto propone la idea de que los relatos o narraciones que viven las personas determinan su interacción y su organización, y que la evolución de las vidas y de las relaciones se produce a partir de la representación de tales relatos o narraciones. De modo que la analogía del texto es diferente de aquellas analogías que propondrían, en las familias y las personas, una estructura o patología subyacente, constitutiva o modeladora de sus vidas y relaciones.

Los relatos están llenos de lagunas que las personas deben llenar para que sea posible representarlos. Estas lagunas ponen en marcha la experiencia vivida y la imaginación de las personas. Con cada nueva versión, las personas reescriben sus vidas. La evolución vital es similar al proceso de reescribir, por el que las personas entran en los relatos, se apoderan de ellos y los hacen suyos.

Así, la analogía textual nos introduce en un mundo intertextual, y ello en dos sentidos. En el primero, afirma que las vidas de las personas están situadas en textos dentro de textos. En el segundo sentido, cada vez que se cuenta o se vuelve a contar un relato, a través de su realización, surge un nuevo relato, que incluye al anterior y lo amplía.

LA ANALOGÍA DEL TEXTO Y LA TERAPIA

Goffman afirma que en la estructuración de la experiencia en el entramado social del desarrollo de una persona a lo largo de la vida  los acontecimientos extraordinarios son ignorados en favor de aquellos cambios en el tiempo que son básicos y comunes para los miembros de una categoría social, aunque sucedan independientemente para cada uno de ellos.

La externalización del relato saturado de problemas puede iniciarse fomentando primero la externalización del problema y rastreando después la influencia del problema en la vida y las relaciones de la persona. Se empieza por preguntar a las personas cómo ha estado el problema afectando a sus vidas y sus relaciones. Al lograr separarse de la descripción de la vida saturada por el problema, de la lectura habitual del relato dominante, las personas están en mejores condiciones para identificar los acontecimientos extraordinarios.

A medida que los relatos alternativos se prestan a ser representados, es posible expresar y difundir otros aspectos, amables pero anteriormente negados, de la experiencia de la persona. Invitar a las personas a convertirse en espectadores de su propia representación de estos relatos alternativos favorece la supervivencia de los relatos y el sentido de agencia personal. Esto puede facilitarse alentando a las personas a identificar aquellas expresiones de aspectos de la experiencia vivida que previamente habrían quedado sin relatar, y a revisar los verdaderos efectos de estas expresiones sobre sus vidas y sus relaciones.

En conclusión, la re narración de la experiencia necesita del compromiso activo de las personas con la reorganización de su experiencia, con la libre recombinación de los factores naturales en todas las pautas posibles (Turner, 1974, pág. 255). Y es esto, junto con las invitaciones a ser conscientes de un proceso en el que son   simultáneamente actores y público de su propia representación, y en el que cada uno produce sus propias producciones, lo que proporciona un contexto de reflexividad. Este contexto aporta nuevas posibilidades a las personas respecto de la posesión de sí mismas, de los otros y de sus relaciones.






LA NARRACIÓN DOMINANTE COMO CONOCIMIENTO DOMINANTE Y UNIDAD DE
PODER

Al igual que los relatos de los aborígenes norteamericanos, también los relatos de las personas que acuden a terapia están enmarcados en un contexto más amplio. La analogía del texto no sólo nos proporciona un marco que nos permite tener en cuenta el contexto sociopolítico de las personas cuyas vidas están situadas en muchos textos, sino que nos permite también estudiar la acción y los efectos del poder sobre las vidas y las relaciones. Esta posibilidad es importante, porque la perspectiva del poder se ha pasado frecuentemente por alto en la literatura terapéutica en general, y sobre todo en la benévola visión que solemos tener de nuestras propias prácticas.

Los análisis del poder que han aparecido en la literatura terapéutica lo han representado, tradicionalmente, en términos individuales: como un fenómeno biológico que afecta a la psique del individuo; o como una patología individual que es el resultado inevitable de experiencias personales tempranas y traumáticas; o en términos marxistas, como un fenómeno de clase. Más recientemente, ciertos análisis feministas del poder lo han enmarcado como un fenómeno represivo específicamente vinculado a la diferencia entre los sexos. Ello sensibilizó a muchos terapeutas respecto de las experiencias de malos tratos, explotación y opresión relacionadas con el sexo.



Si bien no dejamos de reconocer los efectos liberadores del análisis del poder en cuanto mecanismo represivo vinculado al sexo, creemos que es importante también considerar el espectro más general del poder, no sólo sus aspectos represivos sino al mismo tiempo sus aspectos constitutivos. En este sentido es importante la obra de Michel Foucault. La siguiente exposición de la contribución de Foucault al análisis del poder no es en modo alguno exhaustiva; por el contrario, sólo se presentan algunos de sus conceptos.

El conocimiento y el poder como constitutivos

Por lo general se afirma que el poder es represivo en su acción y en sus efectos, y negativo en fuerza y carácter. Se dice del poder que descalifica, limita, niega y contiene. Sin embargo, Foucault sostiene que nosotros experimentamos sobre todo los efectos positivos y constitutivos del poder, que estamos sujetos al poder por medio de verdades normalizadoras que configuran nuestras vidas y nuestras relaciones.

Así, al examinar los efectos positivos del poder, Foucault no hace referencia a lo positivo en el sentido usual, es decir, a lo positivo como algo deseable o beneficioso. Se refiere más bien a que el poder es constitutivo o determinante de las vidas de las personas. La idea de un poder cuyos efectos son negativos aporta una teoría de la represión, mientras que la idea de un poder cuyos efectos son positivos conduce a una teoría acerca de su papel en la construcción de las vidas de las personas. Y al discutir las «verdades, Foucault no asume la creencia de que existen hechos objetivos o intrínsecos respecto de la naturaleza de las personas, sino más bien ideas construidas a las que se asigna un status de verdad. Estas verdades son normalizadoras en el sentido de que construyen normas en torno a las cuales se incita a las personas a moldear o constituir sus vidas. Se trata, por lo tanto, de «verdades» que especifican realmente las vidas de las personas.

Según Foucault, un efecto primario de este poder a través de la «verdad» y de esta «verdad» a través del poder es la especificación de una forma de individualidad, una individualidad que es, a su vez, un «vehículo» de poder. En vez de afirmar que esta forma de poder reprime, Foucault sostiene que subyuga. Forja a las personas como «cuerpos dóciles» y las hace participar en actividades que apoyan laproliferación de conocimientos «globales» y unitarios, así como también las técnicas del poder. No obstante, al referirse a conocimientos globales y unitarios Foucault no sugiere que haya conocimientos universalmente aceptados. Se refiere, en cambio, a aquellos conocimientos que pretenden constituir verdades unitarias y globales: los  conocimientos de la realidad objetiva de las modernas disciplinas científicas. Como sujetos de este poder, a través del conocimiento.

Poder y conocimiento

No puede haber ejercicio posible del poder sin una cierta economía de discursos de verdad, economía ésta que actúa mediante y sobre la base de esta asociación. Estamos sujetos a la producción de verdad a través del poder y no podemos ejercitar el poder si no es a través de la producción de verdad (1980, pág. 93).

Al situar juntos de este modo conocimiento y poder, Foucault se opone a una concepción del poder y el conocimiento que sugiere que el conocimiento sólo se hace problemático cuando es ejercido por aquellos que tienen poder para alcanzar sus propios fines. Sostiene, en cambio, que todos nosotros actuamos coherentemente dentro y a través de un determinado campo de poder/conocimiento y que, aunque estos actos tienen sus efectos reales, no pueden identificarse con motivos especiales. Aquí Foucault no habla de todas las formas de poder, sino de una forma de poder particularmente moderna e insidiosa.

De este modo, Foucault nos libera de la preocupación por el «punto de vista interno» cuando se trata de explicar la acción del poder, cuestionando las preocupaciones que podamos tener con respecto a quién planifica sus efectos y a las decisiones que se tomen sobre su ejercicio.

Análisis del poder ascendente versus descendente

Estas técnicas fueron esencialmente técnicas de control social, de sometimiento, dirigidas a la objetivación o «cosificación» de las personas, y a la objetivación de sus cuerpos. Se trataba, entre otras, de técnicas para la organización y distribución de las personas en el espacio, a fin de obtener la mayor eficiencia y economía; para el registro y la clasificación de las personas; para la exclusión de grupos de gente y para la asignación de identidad a esos grupos; técnicas para el aislamiento de las personas y para el desarrollo de medios eficaces de observación vigilancia y evaluación.

Foulcault detalló también la tecnología elaborada para reclutar personas que participaran activamente en su propio sometimiento. Cuando se establecen las condiciones necesarias para que las personas experimenten una evaluación continua según determinadas normas institucionalizadas, cuando no se puede escapar a estas condiciones, y cuando se puede aislar a las personas en su experiencia de tales condiciones, esas personas se convierten en sus propios guardianes. En estas circunstancias, los individuos evaluarán perpetuamente su propio comportamiento y actuarán sobre ellos mismos para convertirse en cuerpos dóciles. Según Foucault, vivimos en una sociedad en que la evaluación, o juicio normalizador, ha reemplazado a la acción judicial y a la tortura como mecanismo primario de control social: la nuestra es la sociedad de la «mirada» omnipresente.

Foucault argumenta también que, así como estas técnicas fueron desarrolladas en el nivel local, es también en este nivel donde el ejercicio del poder está menos oculto y, por lo tanto, es más accesible a la crítica. Promueve el estudio de la historia del poder y de sus efectos en los «extremos» de la sociedad, como en clínicas, organizaciones locales, la familia, etc.
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Conocimientos subyugados

La segunda clase de conocimientos subyugados está constituida por aquellos que Foulcault denomina conocimientos populares locales  o indígenas, es decir, los conocimientos «regionales» que están actualmente en circulación, pero a los que se niega el espacio en el que podrían representarse adecuadamente. Se trata de conocimientos que sobreviven en los márgenes de la sociedad y que se consideran de bajo rango, insuficientes y exiliados del dominio legítimo de los conocimientos formales y las ciencias aceptadas. Son los «conocimientos ingenuos, ubicados muy abajo en la jerarquía, por debajo del nivel exigido de cognición o cientificidad.

Foucault señala que, a través de la recuperación de los detalles de estos conocimientos autónomos y descalificados en la unión de un  conocimiento erudito y los recuerdos locales podemos redescubrir la historia de las luchas y los conflictos. Y, al proporcionar un espacio adecuado en el que estos conocimientos puedan realizarse, podemos desarrollar una crítica efectiva de los conocimientos dominantes, una crítica cuya validez no dependa de la aprobación de los regímenes de pensamiento establecidos.

Así, es evidente que Foucault no propone ideología alternativa alguna, ningún otro conocimiento unitario ideal alrededor del cual podamos organizar nuestras vidas. Y tampoco sugiere que sea posible negar el conocimiento, es decir, experimentar el mundo y actuar, fuera de los efectos mediadores del conocimiento y de las prácticas discursivas. Ni tampoco defiende un retorno a una versión del positivismo que intente establecer prácticas basadas en la idea de una experiencia inmediata que escape al confinamiento en el conocimiento. Defiende, en cambio, la insurrección de los conocimientos subyugados contra las instituciones y contra los efectos del conocimiento y del poder que invisten al discurso científico, la insurrección de los conocimientos.

RELATOS ALTERNATIVOS Y DISCURSOS CULTURALMENTE DISPONIBLES

Ahora bien, ¿cómo modifica esto nuestra visión general de la experiencia que una persona tiene de un problema? Según esa visión general las personas experimentan problemas que con frecuencia llevan a la terapia cuando las narraciones en las que cuentan su experiencia y o en las que su experiencia es narrada por otros, no rentan suficientemente su experiencia vivida y, en estas circunstancias, habrá aspectos significativos de sus vivencias que contradigan esta narración dominante.
 En primer lugar, a la luz del análisis de Foucault, podríamos suponer además que aquellas narraciones que no representan suficientemente las experiencias vividas de una persona o entran en contradicción con aspectos vitales de esa experiencia, están significativamente influidas por los discursos de verdad  de los conocimientos unitarios.
 En segundo lugar, podríamos suponer que las personas son incitadas a realizar acciones, a través de las técnicas de poder, que afectan a sus vidas y a sus relaciones, a fin de someterse y someter a otros a las especificaciones referentes a la condición y las relaciones personales contenidas en estos discursos de verdad.

A continuación expongo algunas ideas sobre una orientación terapéutica muy influida por el pensamiento de Foucault. Seguirá luego una discusión de ciertas prácticas terapéuticas basadas en el supuesto, ya mencionado, acerca de cómo las personas experimentan los problemas, a la luz del análisis de Foucault del poder y conocimiento.



Orientación terapéutica

Al aceptar el análisis de Foucault acerca del surgimiento de conocimientos globales y unitarios es decir, los conocimientos científicos con pretensiones globales y unitarias de verdad, debemos mostrarnos cautos a la hora de situar nuestras prácticas en los discursos de verdad de las disciplinas profesionales, aquellos discursos que proponen y defienden explicaciones de realidad objetiva respecto de la condición humana.

Si aceptamos que poder y conocimiento son inseparables que un ámbito de conocimiento es un ámbito de poder, y un ámbito de poder es un ámbito de conocimiento y si aceptamos que simultáneamente soportamos los efectos del poder y ejercemos poder sobre otros, entonces no podemos contemplar con aquiescencia nuestras prácticas.

Deberíamos suponer, por el contrario, que estamos siempre participando simultáneamente en ámbitos de poder y de conocimiento. Así, deberíamos esforzarnos por establecer condiciones que nos ayuden a criticar nuestras prácticas formadas en ese ámbito. Deberíamos trabajar para identificar el contexto de las ideas en las que nuestras prácticas están situadas, y explorar la historia de esas ideas.

Si aceptamos la propuesta de Foucault de que las técnicas de poder que «incitan» a las personas a constituir sus vidas a través de la «verdad» se desarrollan y perfeccionan en el nivel local y se adoptan luego en niveles más amplios, entonces, al unirnos a otras personas pura cuestionar estas prácticas, debemos aceptar también que estamos inevitablemente comprometidos en una actividad política. Y por otra parte, tendríamos asimismo que reconocer que, si no nos unimos con otras personas para cuestionar estas técnicas de poder, también estamos comprometiéndonos en una actividad política. No se trata de una actividad política que implique la propuesta de una ideología alternativa, sino de una actividad política que cuestiona las técnicas por medio de las cuales se somete a las personas a una ideología dominante.

Apartarse de los conocimientos unitarios

La externalización del problema ayuda a las personas a identificar los conocimientos unitarios y los discursos «de verdad» que las están sometiendo, y a liberarse de ellos. Al describir la influencia del problema en la vida y las relaciones de la persona, estos conocimientos unitarios pueden ponerse en evidencia alentando a las personas a identificar ciertas creencias acerca de ellas mismas, los otros y sus relaciones, que se refuerzan y confirman continuamente debido a la presencia del problema.

Estas expectativas, especificaciones y normas pueden dar detalles sobre las «verdades» de los conocimientos unitarios. Entonces será posible explorar la historia del efecto de estas «verdades» en la constitución de la vida y las relaciones de esas personas. A través de este proceso de externalización, las personas adoptan una perspectiva reflexiva respecto de sus vidas, y pueden considerar nuevas opciones para cuestionar las «verdades» que experimentan como definidoras y especificadoras de ellas mismas y de sus relaciones. Esto les ayudará a negarse a la «cosificación» de sus personas y sus cuerpos a través del conocimiento.

Cuestionamiento de las técnicas de poder

las técnicas de poder que «incitan» a las personas a constituir sus vidas a través de la «verdad» pueden cuestionarse recurriendo a la externalización del problema. Como se mencionó anteriormente, estas técnicas incluyen: las de organización de las personas en el espacio, las de registro y clasificación de las personas, las de exclusión de grupos de personas y las de asignación de identidad a estos grupos, así como también las técnicas para el aislamiento de las personas y para asegurar medios eficaces de vigilancia y evaluación.

Estas exigencias incluyen la organización específica de las personas, así como también determinadas relaciones consigo mismas y con los demás; y pueden identificarse explorando la manera en que el problema parece obligar a las personas a tratar a los demás y a sí mismas. Así, se revelan los detalles de las técnicas de poder a que las personas están sujetas, sometiéndose ellas mismas y sometiendo a los demás.

Se puede invitar a reflexionar sobre otras posibles oportunidades de extender este relato de resistencia y sobre los probables efectos sobre la vida y las relaciones de la persona, en caso de que la resistencia tenga éxito. Al identificar estos acontecimientos extraordinarios, será posible cuestionar eficazmente el sometimiento a las técnicas de juicio normalizador, o sea, a la evaluación y clasificación de las personas y sus relaciones según las verdades dominantes. Los cuerpos dóciles se convierten así en espíritus animados.
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Resurrección de los conocimientos subyugados

Como hemos visto, la externalización del problema puede utilizarse para identificar y externalizar el conocimiento unitario. Esto es útil porque ayuda a las personas a cuestionar las verdades que especifican sus vidas, es decir, a no dejarse subyugar por los conocimientos unitarios. Además, al ayudar a las personas a apartarse de estos conocimientos unitarios, la externalización abre un espacio para la identificación y la circulación de conocimientos alternativos o subyugados.

En la anterior exposición acerca de analogía textual y terapia, se propuso la idea de que es posible generar y regenerar relatos alternativos a través de la representación de significado alrededor de acontecimientos extraordinarios. Esta representación puede también proporcionar una base para la identificación de los conocimientos subyugados y para la apertura de espacios en los que puedan circular estos conocimientos. Y también en este caso la identificación de estos acontecimientos extraordinarios puede verse facilitada por la externalización del problema.


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